PENETRAICIÓN DE LA INVAGINACIÓN
::MI HISTORIA::


martes, noviembre 22, 2005

La decisión de un desocupado.




En la primer semana de mayo, mientras desayunaba en el
bar del hotel, leí La Gaceta y quedé sorprendido. Una
noticia policial informaba sobre un hombre que había
intentado, con un cable de teléfono, ahorcar a su hijo
de cinco años. Fue reducido por la policía y detenido.
Dos días después, en la seccional, se había ahorcado
con una sábana y como siempre se ahorcan los presos en
las seccionales y comisarías argentinas.
El nombre del suicida me golpeó el cerebro. El diario
decía Luis V, de 52 años. Releí la noticia varias
veces para ver si encontraba algo más, pero la
información era clara y precisa, no había lugar a la
duda.
Terminé de desayunar y caminé rápido hacia la oficina.
Quería corroborar el nombre. Busqué afanoso en las
carpetas de curriculums y allí estaba. Luis V., de 52
años, casado y con dos hijos varones, de cinco y ocho
años.
Busqué en mi agenda el número de la consultora y
llamé. Me atendió, como siempre muy amable, y hasta
pesado, su dueño. Le comenté lo que había leído,
todavía incrédulo. Él no tenía noticias, a esa hora no
había abierto el diario. Eran las nueve de la mañana.
Me dijo que buscaría la noticia y que trataría de
averiguar por sus medios aunque le parecía imposible
ya que tenía, de Luis V. , el mejor de los conceptos.
Cerca del mediodía me llamó para confirmar el hecho.
Los dos quedamos desorientados. Treinta días antes, la
consultora me había enviado a Luis V. para una
preselección de personal. Luis me cayó bien. Se
presentó pulcramente vestido de saco y corbata. Era un
hombre educado y se expresaba muy bien. Charlamos un
largo rato mientras me contaba sobre su vida laboral.
Había quedado sin trabajo hacia cuatro meses. Cobró
una buena indemnización de la que estaba viviendo, y
confiaba, con sus relaciones y contactos, conseguir
un buen trabajo, bien pago, como el que había tenido
por más de diez años. Su mujer era veinte años más
joven y tenía un buen matrimonio. Me mostró,
orgulloso, la foto de la mujer y sus dos hijos.
Entrevisté siete postulantes y Luis había quedado
segundo en mi ranking. No lo puse primero porque algo
de su personalidad no me cerraba. Un detalle, alguna
palabra, alguna opinión, algún gesto. Seleccionar
gente no es tarea fácil y a pesar de que entrevisté a
varias candidatas y candidatos en mi vida. De todas
maneras, soy adicto a las primeras impresiones y hasta
ahora ese método me ha dado resultados. Más allá de
los títulos, antecedentes o presencia, observo y
evalúo intensamente a la gente en los primeros veinte
minutos y me decido por intuición, por corazonada.
Como Luis había quedado segundo, incorporé a otra
persona que me convenció mejor. Un par de días después
informé a la consultora por quien me había decidido y
pedí que agradeciera a los demás su presentación.
Siempre hago esto porque sé de la angustia de esperar
repuestas que nunca llegan.
Esa mañana de mayo, ante la noticia del drama de Luis,
sentí pena. Había hablado con él y no parecía un
hombre deprimido o desesperado. Su desesperación se
habrá transformado en descontrol absoluto e intentó
matar a uno de sus hijos. Lo primero que pensé, es que
podría haber sido un problema con su esposa más joven,
algún tercero en discordia. Pensando también, llegué
a la idea de que ante su desocupación, y al
encontrarse con 52 años y sin salida, había optado por
el camino más drástico. Yo he pasado por ese infierno
y conozco de las ideas que se adueñan de la mente. Un
tipo gana cien pesos por mes. Tiene su vida acomodada
a esos cien y de pronto un día, los cien no llegan más
y las obligaciones cotidianas de la comida y el techo
siguen allí, inexorables. Un hombre de más de
cuarenta, en esta sociedad caníbal, es un despojo
laboral. Las puertas se cierran una a una. Las
promesas se suceden pero los días y semanas
transcurren sin buenas noticias. Un despojo laboral se
mira al espejo y se dice que no sirve para nada. Es
una pesadilla cruel.
La sensación de inutilidad es macabra. Cuando viví
como desocupado, adopté el método de levantarme cada
mañana a las seis, bañarme, afeitarme, desayunar y
salir a la calle, aunque fuese a caminar, a leer un
diario o meterme en un ciber. Mi mujer me preguntó un
día porque lo hacía si todos los días no tenía
entrevistas laborales. Le dije que una vez leí que los
ingleses, en África, mientras llevaban a cabo sus
sangrientas conquistas y explotaciones, se bañaban y
afeitaban cada día, y cada día tomaban el té a las
cinco para no olvidarse de sus costumbres y no dejarse
atrapar por el espíritu africano. Hay que aprender de
los piratas, le decía a mi paciente esposa. En el
capitalismo, son los ganadores.
Luis V. debió ser un tipo sensible. Lo conocí apenas
media hora pero creo que era buena persona. La vida lo
colocó ante una disyuntiva fatal y creyó que esa era
la salida, tomó su decisión sin retorno, la última
decisión de su vida.


Posted by nohequ :: 2:47 p. m. :: 0 COMENTARIOS:

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