PENETRAICIÓN DE LA INVAGINACIÓN
::MI HISTORIA::


viernes, mayo 12, 2006

LAS SOMBRAS DE LA NOCHE




Somos muchos los que nos hemos despertado a veces antes del amanecer, después de una de esas noches inquietas que hacen que casi nos enamoremos de la muerte, o, por el contrario, después de una esas noches de horror y gozo deformado en que por los padadizos del cerebro cruzan fantasmas más terribles que la realidad misma, impulsados por esa vida intensa que bulle en todas las obras grotescas y que otorga al arte fantástico su duradera vitalidad, pues se podría pensar que este arte es sobre todo el arte de esas mentalidades que han sido sobresaltadas por la enfermedad del ensueño.
Poco a poco unos de esos blancos, que parece que tiemblan, recorren las cortinas. Con formas negras y fantásticas, unas sombras mudas se arrastran hacia los rincones de la sala y allí se acurrucan. Fuera se oye la agitación de los pájaros entre las hojas, o el ruido de los hombres que se dirigen a sus trabajos, o el suspiro y el sollozo del viento que baja de las colinas y merodea alrededor de la casa como si temiera despertar a los que duermen, pero que debe sacar el sueño de su púrpura cueva. Velos de fina gasa oscura se levantan uno tras otro, y poco a poco las cosas recuperan sus formas y colores mientras contemplamos el alba, que vuelve a crear el mundo con sus antigua estructura.
Los pálidos espejos recobran su vida imitativa. Las velas apagadas permanecen en su sitio, y a su lado se encuentra el libro que dejamos a medio leer, o la flor falsa que llevamos puesta en el baile, o la carta que temiamos leer o que leíamos con demasiada frecuencia. Nada nos parece que haya cambiado. De las sombras irreales de la noche resurge la vida real que conocemos. Tenemos que reanudarla donde la abandonamos, y nos embarga la terrible necesidad de que esa energía continúe con la misma y monótona sucesión de costumbres estereotipadas, o el ardiente anhelo de que nuestros párpados peudan abrirse una mañana en un mundo que haya sido remodelado en la oscuridad para placer nuestro, un mundo en que las cosas tuvieran nuevas formas y colores, nuevos secretos, un mundo donde el pasado tuviera poca o ninguna cabida o no sobreviviera, al menos, en ninguna forma consciente de obligación o de pesar, pues incluso la evocación del gozo tiene su amargura, y el recuerdo del placer, su dolor.


Posted by nohequ :: 3:58 p. m. :: 0 COMENTARIOS:

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