El pequeño lo empieza a tocar, a hacerle sexo oral y su erección es plena pero cuando llega el momento de reducir su masculinidad penetrándolo se resbala anunciando así el decline de lo único a lo que podía aferrarse como hombre.

Cuatro de enero. El pequeño y el Príncipe Encantador. Una relación lenta en donde sólo uno recibe el placer y no precisamente el pequeño. Por momentos la virilidad se va de paseo y nuevamente el trauma regresa.

Veintinueve de Junio. El pequeño y el Conde de Xalamina. Nuevamente el fantasma endeble.

-Pongase serio pequeño. ¡Tan joven y no le funciona!-

¿Qué le iba a decir el pequeño al putico que ha probado miles de penes sabrosos y de todos los tamaños? Sólo le queda callarse y aguantar las burlas que le hace el Condecito quien se jacta de algo que algún día le faltará...

La mosca toca el violín vaticinando un momento que será doloroso para el pequeño. El placer corre como rios desde su vientre deseoso de que el tronco de 26 años se pose sobre ella, y el falo baila y se resbala pero no entra. Amargura y decepcion corren por su frente. Juan Esteban se va a través de las lágrimas y de una impotencia que no sabe cómo justificar.

El zancudo prosigue la noche atormentando al pequeño con lo sucedido y una puerta que se abre en sus sueños lo conduce a un lugar en donde hay mujeres y hombres avidos de placer pero él sólo prefiere a los hombres.

Hoy el día es triste. Perdio el brillo de ayer y anteayer y de los otros días. El pequeño sólo quiere no pensar en su verguenza, en el escarnio de tener una mosca zumbandole al odio recordándole que no sirvio ni con Adan ni Eva.