Y ahora me pregunto por qué alrededor de mi corazón está ese mundo desequilibrado y cada vez más maniático con su ruido y su gente que agreden mi tranquilidad. Me exaspera.

Y tengo que maquillarme exageradamente cuando llega un fin de semana para disimular esos párpados pesados que nublan mi vista. La enturbian.

Y me toca callar y esconder la pena tras el sabor a cenizas que dejan los cigarros mal apagados que constantemente fumo para hacer desaparecer mis miedos encondidos. Los ridículos. Los inconfesables.

Y sé que algo va mal... ¡Son muchas noches sin dormir!

Y de repente me pregunto qué hago yo en un mundo así, dejando que las ilusiones se amontonen...

Y pienso en Él, "mi Dios", que pocas veces se deja ver, que no florece y que se esconde tras la trágica embriaguez de mi alma... y mi rostro marchitado se inclina sobre mis manos. Y comenienzo a llorar en silencio como una desesperado mientras me sigo preguntando por qué esta dura realidad. Mi realidad.

Y vuelvo a casa. y en el espejo veo esa oscuridad que refleja mi mirada después de haber salido a su encuentro y no haber reconocido nada. Absolutamente nada. La trágica felicidad de los demás empaña aún más mi tristeza solitaria. ¿Acaso estaré equivocado?

Y aquí estoy yo ahora: tumbado en la cama. Curioseando en los recuerdos de mi habitación, de mi pasado... y entonces, ¿por qué este sentimiento angustioso de dolor, de impotencia?, ¿por qué no me dejo guiar?, ¿por qué mi silencio inefable y mis gestos torpes, si en el fondo de mi corazón arde la mirada encadenada a Él, brillante y deseosa de vivir y de amar? ¿Por qué?